Estos son tiempos de pregunta. La pregunta pone en crisis la respuesta ya establecida como rutina sacrosanta. Estos son tiempos de crisis.
Eso es lo que caracteriza a la condición humana. Ni sus máquinas, ni sus avances tecnológicos, ni sus grandes logros científicos. Eso es del hombre y para el hombre, pero no es el hombre. El hombre es el Ser de la pregunta.
Preguntas acerca de lo mediato y otras acerca de lo universal, de lo eterno, de aquello que jamás puede ser satisfecho con una respuesta.
Esa insatisfacción proviene de nuestra complejidad, de nuestra libertad. Razón por un lado, pasiones por otro. La pregunta va hacia fuera, pero también va hacia adentro, para desenmarañar esa complejísima trama de hilos superpuestos, cruzados, anudados, y mientras más avanzamos en el conocimiento, menos nos conocemos a nosotros mismos. De ahí entonces el mandato de Sócrates: Conócete a ti mismo. Ese es el más cercano y el más imposible de los conocimientos.
Insatisfacción, deseo, preguntas. Eso es el hombre. Las cosas son, el hombre no es, siempre esta en trance de ser y, por eso, nunca lo abandona la pregunta.
martes, 12 de febrero de 2008
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